El 7 de junio de 1929 marcó un hito en la historia mundial: el Vaticano se integró formalmente al concierto de naciones tras la firma de los Pactos de Letrán entre el papa Pío XI y el entonces líder italiano Benito Mussolini. Estos acuerdos sellaron el fin de un largo conflicto entre Italia y la Santa Sede que había comenzado con la desaparición de los Estados Pontificios en el siglo XIX.
Este enclave religioso, de tan solo 44 hectáreas en pleno corazón de Roma, es el Estado independiente más pequeño del planeta. A pesar de su tamaño, concentra un notable poder político y espiritual, y alberga el cónclave que definirá al próximo pontífice.
Hoy, cerca de 800 personas tienen ciudadanía vaticana, otorgada en función de cargos o servicios prestados al Estado, en lugar de criterios tradicionales como el lugar de nacimiento o la herencia familiar. Entre ellos se encuentran altos cargos eclesiásticos, diplomáticos y empleados laicos, tanto religiosos como civiles.
La seguridad está en manos de la Gendarmería vaticana y de la icónica Guardia Suiza, reconocida por sus trajes a rayas multicolores y su historia que se remonta al siglo XVI.
En cuanto al funcionamiento estatal, la Santa Sede actúa en el plano internacional como un actor soberano, con capacidad para entablar relaciones diplomáticas, firmar tratados y enviar representantes oficiales. Además, posee un complejo sistema administrativo encabezado por la Curia Romana, que incluye dicasterios (ministerios), tribunales y diversos órganos de gestión y asesoramiento.
El Vaticano cuenta también con sus propios medios de comunicación, como el diario L’Osservatore Romano y Radio Vaticano, además de instituciones culturales, museos, una farmacia, un supermercado, y hasta una estación de servicio propia.
Uno de sus organismos más conocidos es el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco que gestiona los fondos de diversas instituciones eclesiásticas y que, en otras épocas, estuvo bajo la lupa por su opacidad.
La bandera vaticana, de forma cuadrada, está dividida en dos franjas verticales: una amarilla y otra blanca, donde destacan las llaves cruzadas de San Pedro, símbolo del poder espiritual del papado.
Aunque su sistema judicial se inspira en el italiano, el Vaticano abolió la pena de muerte hace más de seis décadas y mantiene su independencia normativa.
A pesar de su diminuta geografía, el Vaticano administra amplias propiedades en Roma y sigue recibiendo ingresos provenientes de iglesias de todo el mundo. Un Estado único, con un peso global mucho mayor que su superficie.